LA IGLESIA JUGÓ UN PAPEL DECISIVO EN EL ORIGEN DE LA CIENCIA ACTUAL.
Entrevista A JULIO A. GONZALO *
Además del prestigio alcanzado el su área concreta de competencia, la física del estado sólido – es catedrático de dicha asignatura en la Universidad Autónoma de Madrid -, Julio Gonzalo es un intelectual comprometido en causas como la lucha por la vida o la compatibilidad entre ciencia y religión. Y no teme aportar su autorizado criterio en defensa de la verdad histórica que mejor conoce: la de la ciencia y el mundo universitario en la España contemporánea.
ESD: Recientemente usted ha mantenido una polémica en la prestigiosa revista Physics Today sobre la política científica durante el régimen de Franco. ¿Podría sintetizárnosla, y darnos su opinión al respecto?
JG: En pocas palabras. Hace algo más de un año Physics Today sacó un artículo bastante largo sobre la física y los físicos en España en cuyo primer párrafo se daba a entender que sólo después de los cuarenta años de Franco había podido florecer la física en España. Me pareció justo enviar una carta al editor en la que, reconociendo que un espectacular ascenso de la física en España se había producido después de 1975, notaba que ya antes, en tiempos de Franco, se había venido preparando el terreno. En mi carta daba nombres de excelentes físicos españoles, como Julio Palacios, Nicolás Cabrera y Federico García Moliner, que habían hecho investigación física de alto nivel antes de 1975. Afirmaba en ella que el pecado imperdonable del entonces jefe del estado , era, a mi juicio, haber infligido una decisiva derrota al comunismo internacional. También decía que en aquellos años se había fundado, entre otras cosas, el Consejo Superior de Investigaciones Científicas.
ESD: Y el apoyo en términos económicos, de dotación de becas, infraestructuras, etc., ¿fue acompañado también de avances científicos reales? ¿Son esos años ejemplo de atraso científico, de esplendor, o ni una cosa ni la otra?
JG: Es de sentido común que, si en aquella época (años 40 a 60) prácticamente desapareció el analfabetismo y se multiplicó el número de chicos y chicas que accedían a la enseñanza media y luego a la universidad en toda España, sólo a partir de entonces podía crecer el número de científicos e investigadores del país. Hasta ese momento ello no era posible. Por tanto, no fueron años de atraso ni de esplendor. Fueron años absolutamente necesarios para el posterior despegue científico del país, que en algunos campos, como el de la química orgánica, ya empezaba a producirse.
ESD: Se tiene la creencia de que los científicos suelen ser ateos. ¿Es esto así?
JG: En absoluto. Basta observar que Volta, Ampère, Faraday y Maxwell, los más destacados pioneros del electromagnetismo (y recuérdese que vivimos de la era de la electricidad, no tanto en la era atómica, como comúnmente se dice), todos ellos fueron creyentes convencidos: dos de ellos, Volta y Ampère, católicos fervorosos. A quien esté interesado en informarse mejor, me permito recomendarle mi pequeño libro Pioneros de la Ciencia (Palabra, 2000).
ESD: Sin embargo, algunos de los más famosos popularizadores científicos de hoy día sí lo son: Sagan, Hawking, Asimov…
JG: Es cierto, pero uno debe distinguir en primer lugar entre sus grandes cualidades como comunicadores y sus aportaciones reales a la ciencia. Se presenta a menudo a Hawking como alguien comparable a Newton o a Einstein, lo cual, simplemente, no es cierto.
ESD: ¿En qué sentido puede decirse que la ciencia y la religión son compatibles?
JG: La ciencia y la religión son compatibles en el siguiente sentido: Sólo en una civilización hasta ahora a lo largo de la historia se ha llegado a un nivel de progreso estable que garantice una progresión autosostenida: la nuestra. Es decir, la civilización europea de raíces cristianas, en la que a partir de Copérnico, Galileo y Newton, en el siglo XVII, ha florecido la ciencia propiamente dicha. Todas las grandes civilizaciones desde la antigüedad a los tiempos modernos han tenido prometedores avances científicos que se han estancado luego, al estar presididas todas ellas por cosmovisiones fatalistas de eternos retornos. En nuestra civilización, el mundo está bien hecho, como obra de un Dios inteligente, bueno y poderoso, y la inteligencia humana está bien hecha y bien capacitada para investigar y llegar a un conocimiento cada vez mejor de ese mundo, que es obra de Dios.
ESD: Sin embargo se afirma que la Iglesia ha impedido en ocasiones el progreso científico.
JG: Más bien se debe subrayar, en justicia, que la Iglesia jugó un papel decisivo en el origen de la ciencia actual, aunque ésta se ha ido independizando cada vez más de su raíz cristiana a partir de la Ilustración. Los monasterios medievales preservaron lo mejor de la cultura grecorromana y se esforzaron por armonizarlo con la revelación bíblica. La Iglesia crea las universidades medievales: París, Oxford, Salamanca… donde germinan rigor intelectual, nuevos métodos de investigación y el amor a la verdad. No olvidemos que Cristo se define a sí mismo como camino, verdad y vida, y aquella universidad medieval intenta en primer término la búsqueda de la verdad en la Creación, inspirada y guiada por la luz de la Revelación. A lo largo de los siglos ha habido conflictos como era, quizá, humanamente inevitable, pero casos como el de Galileo vistos objetivamente en su contexto histórico, ponen de manifiesto que las autoridades eclesiásticas no actuaron con afán persecutorio sino más bien con una prudente reserva. Al menos ésta es la opinión de mi amigo el profesor Alex Müller, Premio Nobel de Física, con quien tuve el gusto de hablar sobre el “caso Galileo” en una reunión científica internacional de hace algunos años.
ESD: Usted tuvo un papel relevante en la fundación de ADEVIDA. ¿Cuál es el cometido de esta institución?
JG: El cometido de ADEVIDA es defender la vida humana desde la concepción a la muerte natural. Por tanto está por el “no” rotundo al aborto y a la eutanasia.
ESD: ¿Fue eficaz la campaña que hicieron en la primera mitad de los años ochenta contra la ley del aborto?
JG: En los años que precedieron a la despenalización en España, y en los inmediatamente siguientes, ADEVIDA contribuyó, junto con otras agrupaciones (predominantemente católicas), a convocar cientos de miles de ciudadanos que afirmaron en la calle el valor sagrado de la vida humana y la carencia total de legitimidad de gobiernos, parlamentos o tribunales humanos para dejar desprotegida la vida de los inocentes, los niños no nacidos. Aún hoy, después de muchos años, con gran parte de la prensa y la televisión pública y privada a favor del aborto, las encuestas reflejan un alto porcentaje de rechazo y hay todavía un número considerable de encuestados que no saben o no contestan.
ESD: ¿Qué alegrías recuerda de aquella lucha?
JG: Cuando en ADEVIDA nos decidimos a lanzar un manifiesto, redactado en los términos más firmes y claros, de profesores universitarios contra el aborto, no sabíamos si se iba a llegar a los cincuenta firmantes. Al cabo de unas pocas semanas, en buena parte debido a la labor incansable de María Luisa Rodríguez Aísa, vicepresidenta de ADEVIDA y profesora de ICADE y de la Universidad Complutense de Madrid, se habían alcanzado las 1200 firmas. Que yo sepa, ningún manifiesto de este tipo ha alcanzado tal apoyo en la historia de la Universidad española. Y esto, antes de que Juan Pablo II defendiera la vida de los niños no nacidos en la Plaza de Lima de Madrid.
ESD: ¿Ve posible a medio plazo la legalización de la eutanasia o de la clonación humana?
JG: Desgraciadamente, a medio plazo no me extrañaría, dada la irresponsabilidad de los políticos actuales, con contadas excepciones. A largo plazo es otra cosa, la historia puede cambiar drásticamente.
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* Entrevista realizada por “El Semanal Digital” a Julio A. Gonzalo, Presidente de la Asociación Española de Ciencia y Cultura, en enero de 2003.
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