¿Qué le debe europa a españa? [1]
Hace ya bastantes años oí decir en Salamanca al Rdo. P. Fraile O.P., autor de excelentes historias de las filosofía (universal y española), que el autor del artículo dedicado a España en la famosa y sectaria Enciclopedia, un tal Mason de Meurville, si no recuerdo mal, se hacía esta misma pregunta: «¿Qué le debe la cultura (o, me es lo mismo, Europa) a España?». Y D. Guillermo, gran persona él, pero bastante indignado, se contestaba: «Y que se lo pregunten, cuando a nosotros los españoles, nos deben, la cultura y el resto de Europa, el haber descubierto medio mundo... ¡sin olvidar que el otro medio lo descubrieron nuestros hermanos los portugueses!».
¿Qué es Europa? ¿Qué es España? Recientemente, don Francisco Rodríguez Adrados, pronunció en Madrid una interesantísima conferencia dilucidando, con la sabia erudición que le caracteriza, que el ser de eso que llamamos España y eso que llamamos Europa, en unos tiempos revueltos, como los actuales, en los que el propio ser de España y el de Europa, están en tela de juicio.
España es una y diversa. Siempre lo ha sido. Por eso las tendencias separatistas, artificiales, antihistóricas, carecen de futuro, aunque aparentemente se estén imponiendo hoy en la escena política. Y digo que carecen de futuro sabiendo como sabemos bien la gran mayoría de españoles «multiautonómicos», lo que digo: culturalmente, ni Cataluña, ni Vasconia y no digamos Galicia, han sido capaces de hacer nada importante en Europa y en el mundo de espaldas a España, o contra España. Y si no es así, que nos digan quién, cómo y cuándo.
España siempre ha sido diversa: «...aunque los que venían eran vasallos de los reyes de España ¿quién concertará al vizcaíno con el catalán, que son tan diferentes provincias y lenguas? ¿Cómo se avernán el andaluz y el valenciano y el de Perpignan con el cordobés, y el aragonés con el guipuzcoano, y el gallego con el castellano (sospechando que es portugués), y el asturiano e montañés con el navarro? etc. E assí desta manera, no todos los vasallos de la corona real de España son de conformes costumbres ni semejantes lenguajes» [2].
Y ha sido una, desde tiempo inmemorial: «Roma, sin anular del todo las viejas costumbres, nos lleva a la unidad legislativa; ata los extremos de nuestro suelo con una red de vías militares, siembra en las mallas de esa red colonias y municipios; reorganiza la propiedad y la familia sobre fundamentos tan robustos, que en lo esencial aún persisten (Nota: Es triste observar que, a partir del último cuarto del siglo XX, el deterioro empieza a ser notable; recuperar el terreno perdido, requeriría sin duda el esfuerzo común de todos los españoles, J.A.G.); nos da la unidad de lengua... España debe su primer elemento de unidad en la lengua, en el arte, en el Derecho, al latinismo, al romanismo./ Pero faltaba una unidad más profunda: la unidad de creencia. Sólo por ella adquiere un pueblo vida propia y conciencia de su fuerza unánime; sólo en ella se legitiman y arraigan las instituciones. Sin un mismo Dios, sin un mismo altar, sin unos mismos sacrificios, sin juzgarse todos hijos del mismo Padre... ¿qué pueblo osará arrojarse con fe y aliento de juventud al torrente de los siglos?/ Esta unidad se la dio a España el Cristianismo. La Iglesia nos educó a sus pechos, con sus mártires y confesores, con sus Padres, con el régimen admirable de sus Concilios...» [3].
¿Y Europa? Europa es también una y diversa. Menos una y bastante más diversa, sin duda, porque geográficamente es mucho más grande. Al contrario que España, amenazada hoy por la irresponsabilidad «autonomista» de los políticos, más los de izquierdas, pero también los de derechas, Europa, en teoría, va camino de la unificación. Pero al tratarse de una unificación puramente burocrática y comercial, una unificación sin alma, y de espalda a sus raíces, corre peligro serio de acabar muy mal. Los indicadores demográficos elementales muestran que la bella, rica y próspera Europa de hoy, carece de futuro. En Francia y en Alemania los dos países que dirigen el proceso de unificación, parece que hay hoy más musulmanes que practican su religión que hombres y mujeres creyentes y practicantes, descendientes de aquellos que poblaron Europa de catedrales góticas en la Cristiandad medieval, cuna de Europa.
Hace ochenta años, un gran escritor inglés, de origen francés, Hillaire Belloc, publicó un libro titulado Europe and the Faith fruto de un ciclo de conferencias en las que, en el estilo directo y combativo que siempre le caracterizó respondía a unas cuantas preguntas: ¿Qué fue el Imperio Romano? ¿Qué papel tuvo la Iglesia en el Imperio? ¿Cómo se produjo la «caída»? El comienzo de las naciones ¿Qué pasó con Inglaterra?; Las Edades Oscuras; La Edad Media; La Reforma; La defección de Inglaterra. La tesis del libro era resumida por su autor en estas palabras: La fe es Europa y Europa es la fe. De hecho históricamente es imposible entender la fe, la fe en Cristo, la fe católica, sin lo que fue aquella Cristiandad medieval, que luego constituiría lo que hoy llamamos Europa. Y la cultura europea, con sus catedrales, su teatro, su literatura, su arte, su música y, muy especialmente, su ciencia, resulta absolutamente imposible de comprender sin valorar la fe cristiana que la sustenta. Y la Iglesia Católica, por supuesto.
Evidentemente, la Encarnación, la Vida y Mensaje, la pasión, Muerte y Resurrección de Jesucristo, y la misión encomendada por Él a los Doce, no se circunscriben a Europa. Pero la fe que, a través de Pedro y Pablo arraigada en Roma, sufre la persecución y la mordedura de la Herejía y el asedio musulmán durante siglos, se propaga por los cinco continentes a partir de esa Europa, en la que España y Portugal juegan un papel destacado. Y hace falta estar ciego para no verlo.
Después de Marx, Darwin, Nietzsche y Freud quizá muchos europeos de hoy piensen que la fe cristiana, raíz de Europa, es historia pasada y que el «progreso» lleva hoy a Europa en otra dirección. Allá ellos. Ciertamente la fe podría sucumbir en Europa, o ser ahogada. Pero por el momento, según todos los indicios en África, en América, en Asia no va a sucumbir. Y aun sin indicios se iría contando con la promesa de su Fundador a los creyentes hasta el fin de los tiempos.
¿Qué le debe Europa a España? Basten unas cuantas fechas y unos cuantos nombres de acontecimientos decisivos: 718, Covadonga; 1002, Calatañazor; 1212, Las Navas de Tolosa; 1492, Granada y el Descubrimiento de América; 1571, Lepanto; 1936, El Alcázar de Toledo.
------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
[1] Reproducido de "Altar Mayor", nº 97 - Tomo 2 - Extraordinario - Enero 2005
[2] Citado por Miguel Ángel Ladero Quesada, tomándolo de la Historia General y Natural de Indias, lib II, cap XIII, Madrid 1851. De Gonzalo Fernández de Oviedo y Valdés.
[3] Recogido en Historia de España, sexta ed., Madrid 1950, de D. Marcelino Menéndez Pelayo; textos seleccionados por Jorge Vigón.
|