STANLEY L. JAKI

Historiador de la ciencia, físico, matemático, filósofo y teólogo profundo y original, nacido en Györ (Hungria) y afincado en Estados Unidos desde 1951. En 1942 ingresó en la Orden de San Benito y fue ordenado sacerdote en 1948. Autor de libros importantes, como "The Relevance of Physics", "Brain, Mind and Computers", "Angels, Apes and Men", "The Road of Science and the Ways of God", "Science and Creation", "Cosmos and Creator" y otros. Conferenciante y gran polemista en foros universitarios de Europa y America, ha documentado en forma brillante y original el origen cristiano de la ciencia contemporanea.

En torno al Cristianismo, el Islam y la Ciencia

S.L. Jaki acaba de publicar en Real View Books un interesantísimo trabajo titulado "Jesus, Islam, Science" (30 pp) al hilo de las reflexiones suscitadas por la demolición terrorista de las Torres Gemelas de Nueva York el 11 de Septiembre de 2001.A continuación traducimos la sección final "Dilema para los Musulmanes", que, en cierto modo, sirve de conclusión a dicho trabajo.


"El mundo musulmán permaneció en gran medida fuera de esta evolución (la que condujo en el Occidente Cristiano a compaginar razón y revelación, y más tarde revelación y ciencia moderna) hasta décadas recientes, que han presenciado la aparición de nuevas entidades musulmanas surgidas en parte sobre el terreno de las antiguas posesiones coloniales de Occidente. Aunque políticamente independiente, el nuevo mundo musulmán sigue dependiendo fuertemente de la potencia tecnológica, científica y económica occidental.

Es una inmensa tarea la de transformar los campos petrolíferos de los musulmanes y los otros recursos geológicos en empresas autosubsistentes conducidas exclusivamente por musulmanes y desarrolladas sólo por ellos. Una de las dificultades está en formar una gran multitud preparada tecnológica y científicamente, una tarea que conlleva consigo más problemas de los que parece a primera vista.

El más profundamente enraizado de estos problemas es que una clase educada, a menudo mucho mejor preparada que la mayoría de los clérigos musulmanes, es claramente refractaria a permanecer bajo un azote religioso que trata de controlar el intelecto aun en materias no religiosas. Lo que trató de evitar el mundo musulmán hace mil años, a saber plantar cara a la cuestión de la ciencia y la revelación, ya hoy no puede evitarlo. Bien pudiera ser que la ola fundamentalista que actualmente barre el Creciente (símbolo del Islam) tenga su fuente en la ansiedad de los Imanes porque la Occidentalización a través de la ciencia y la tecnología, llegue a golpear la credibilidad del Koran, y que pueda hacerlo de modo más tajante de lo que podría llegar a hacerlo el mensaje cristiano de salvación de Jesús.

El golpe se percibirá mayormente por mentes musulmanas entrenadas en las ciencias, que podrían reflexionar sobre el innegable voluntarismo que caracteriza a Dios, el Creador, en el Koran. Tal entrenamiento no puede evitar que se imponga (por si misma) una visión de los procesos físicos válida consistentemente a través de muchos ordenes de magnitud. Baste pensar en la competencia de la ciencia para explorar interacciones que han tenido lugar hace quince mil millones de años. Al superar esa enorme medida de consistencia el científico musulmán no puede evitar el pensar en el contenido de la sura 35, llamada "El Creador". No es tanto un discurso sobre el Creador y su obra como una advertencia contra la caída en la idolatría. Contiene una comparación entre la indecible impotencia de los ídolos y el poder de Dios; entre la prosperidad del hombre devoto y la desgracia del que obra mal. Pero al subrayar la fiabilidad de la fe en Dios, se pone mucho más énfasis en el fracaso que vemos a menudo en los idólatras que en la segura eficiencia que vemos en la gran obra que sale de la mano de Dios, en la naturaleza. Así el científico musulmán simplemente salta de la sartén al fuego si, en orden a resolver el conflicto entre su fe y su razón, se refugia en la interpretación de Copenhague de la mecánica cuántica.

La gente tiene cerebro. No pueden posponerse indefinidamente o ser despachadas facilonamente las respuestas a preguntas inoportunas. Se preguntarán las mismas cuestiones sobre el Koran que la crítica literaria de la Biblia se propuso en Occidente hace cien años. La cosmología científica demanda urgentemente una nueva mirada a la cosmovisión primitiva del Koran y a su insistencia en que el mundo fue creado en cuatro días. La educación de las mujeres, la necesidad de cubrir puestos de trabajo con mujeres simplemente porque no va a haber suficientes hombres para llevar adelante una forma tecnológicamente compleja de vida, hará surgir aún más preguntas en las mentes musulmanas acerca de hasta qué punto se puede tomar al Koran como guía. Encuentros cada vez más frecuentes con cristianos harán surgir preguntas en muchas mentes musulmanas acerca de la fiabilidad de lo que el Koran dice acerca de Jesús, la Iglesia y los cristianos. Las modernas comunicaciones harán cada vez más dudoso que grandes zonas de la Tierra sigan permaneciendo como territorios exclusivamente musulmanes. La televisión por satélite pondrá en lo más sagrado de los hogares mucha información que los clérigos musulmanes encontrarán cada vez más difícil mantener fuera.

En este proceso se preguntarán cada vez más cuestiones acerca de los hechos concernientes a Jesús y en qué medida un creyente musulmán se ha de tomar en serio la afirmación del Koran de que Jesús fue un verdadero creyente en el sentido en que el Koran toma esa palabra. Pero ¿sobre qué base puede saberse lo que Jesús fue, dijo e hizo? ¿Sobre la base de los escasos datos dados en el Koran acerca de él, o sobre la base de fuentes inmensamente más informativas? Al menos, serán legítimas cuestiones acerca de la firme aserción que se hace en el Koran de que Jesús hizo milagros espectaculares. Ciertamente el propio Koran le empuja a una a considerar la cuestión de si será o no imposible que Jesús, que tanto honor, apoyo y luz recibe en las Escrituras de Dios, esté capacitado a enseñar sólo la estricta doctrina del puro monoteísmo. La contestación del Koran es firme y de nuevo liga la recta respuesta a su énfasis en que Jesús fue sólo un hombre: "No parece propio que un hombre al que Dios le ha dado las Escrituras, la Sabiduría y el don de profecía vaya entonces y les diga a sus seguidores: "Sed adoradores míos así como de Dios", sino más bien "Sed perfectos en las cosas que miran a Dios, ya que conocéis las Escrituras y las habéis estudiado en profundidad" (3: 72-73).

A la vista de que el Koran es testigo de la pobre información que tenía Mahoma de las Escrituras judías y cristianas, la lógica de las anteriores afirmaciones del Koran parece quedar abierta a escrutinio. Naturalmente, uno no puede argumentar con la sola pretensión de que Mahoma recibía revelaciones. Además ellos, especialmente Jesús y otros profetas antes de él, apoyaban su pretensión de hablar en nombre de Dios con milagros. Entonces estará justificado preguntar si los dichos del Koran sobre Jesús corresponden a los hechos, y si los milagros asignados a Jesús en el Evangelio son o no los hechos que debería decidir cual fue el propósito para el que fueron realizados. Según los Evangelios ese propósito fue dar credibilidad al monoteísmo trinitario. Rechazar esta inferencia sobre la base de que la fe en la trinidad es una ofensa a la razón, que no puede aceptar que tres son uno y uno son tres. Pero en vista de la enorme inversión de capacidad intelectual por parte de los cristianos para deshacerse de esta patentemente absurda presentación del Dogma de la Trinidad, y de objeciones todavía más serias contra él, el cristiano está autorizado a pedir a cualquier musulmán honrado que reconsidere su punto de vista sobre la postura cristiana.

Aparte de cuestiones de detalle, tanto lógicas como conceptuales, el teólogo musulmán puede esperar que la creencia cristiana en la Trinidad sea una respuesta a los hechos antes que ponderar cuestiones de lógica. Es precisamente sobre la base de los milagros, tan diferentes de los que de manera espúrea, se registran en el Koran, y también sobre el milagro psicológico de Jesús, que sobre pasa inmensamente todo lo que pueda decirse de Mahoma, sobre la que los cristianos basan su fe en que Jesús habló como corresponde a Dios y que por tanto el Espíritu Santo que él prometió también era de naturaleza divina. La fe cristiana en la Trinidad, que no tiene nada que ver con las fantasías Gnósticas ni con las cogitaciones Hegelianas, es una fe basada en hechos, las milagrosas intervenciones de Dios, principalmente a través de Cristo, en la historia.

Estos hechos no son, naturalmente, los hechos de la ciencia física, pero son hechos a pesar de todo, y la clase de hechos sobre la base de los cuales los hechos de la ciencia pueden justificarse como hechos. Los hechos prevalecerán y ni siquiera el mundo musulmán puede escapar a la lógica de que lo mejor es estar de parte de los hechos. Los hechos son el alma de la ciencia que el mundo musulmán debe acumular, quiérase o no, no tanto, como piensan algunos terroristas, para hacer posible una espectacular desestabilización del Occidente Cristiano y post-Cristiano, sino para la supervivencia, el sustento, y el cuidado de la salud del Oriente Musulmán. Muy posiblemente será bajo el impacto de los hechos impuestos por la ciencia bajo los que el Islam tendrá que echar una mirada en serio al hecho, con mucho el más grande la historia humana, el hecho que es Jesús, el ungido, el Mesías, el Cristo. Este hecho encontró desde los primeros tiempos cristianos su símbolo sagrado en la figura del pez. Las cinco letras que componen la palabra griega ICQUS (pez) empiezan respectivamente las cinco palabras que juntas constituyen la más profunda aseveración acerca de Cristo: Jesús Cristo Hijo de Dios, Salvador. Que esto también pueda hacerse verdad del mundo musulmán para que su dilema pueda servirle como motivo de su salvación.